miércoles, 9 de julio de 2014

Un Recorrido a través de la carrera de Orson Scott Card: Mapas en un Espejo (primera parte).



      El afamado escritor estadounidense Orson Scott Card, el mismo autor de una las novelas más celebradas de la ciencia ficción de casi los últimos treinta años, El Juego de Ender, comenzó como muchos de sus colegas escribiendo numerosos cuentos; estos los fue publicando en revistas varias; con el paso del tiempo, ya convertido en un verdadero profesional de las letras, se dedicó a las novelas, sin dejar de lado el relato corto que le vio nacer como artista del género (puesto que antes escribía obras para su comunidad mormona, como obras de teatro).  En 1992 salió a la luz un inmenso volumen en el que recogió gran parte de su literatura de corta extensión, con nada menos que 45 cuentos y un poema épico; el tomo recibió el lírico y algo críptico nombre de Mapas en un Espejo, libro a través del cual reunió todos aquellos textos de cierta extensión que consideraba “aceptables” (ya que algunos optó por dejar fuera de esta gran recopilación, al no considerarlos lo suficientemente valiosos como para sentirse orgulloso de ellos).  Estas historias corresponden a un verdadero documento histórico, al convertirse en un fiel testimonio de la evolución literaria de su creador; ello en especial, porque en algunos casos (al menos con 3 de sus textos contenidos en la antología) estos escritos se transformaron en sendas novelas, de modo que Card fue capaz de superarse a si mismo al mejorar y madurar sus ideas.  Ahora bien, esta antología la dividió en 5 partes, considerando temáticas y/o subgéneros; luego cada uno de esos segmentos recibió un nombre o subtítulo genérico, que una vez que salieron las ediciones de bolsillo, se publicaron en respectivos tomos separados.   Por otro lado, cada subdivisión contó con su propia introducción y en la cual el escritor hizo referencia a las cualidades generales que compartían los textos reunidos en dichos libros; a su vez no dejó de obsequiarnos con unas cuantas reflexiones y claves para apreciar mejor estas subdivisiones de su obra corta.  Los libros terminan con una apostilla en la cual dedicó líneas a cada cuento, hablando algo de su génesis y significancia que poseían dentro de su labor profesional y vida personal.
     A partir de esta primera entrada, comienzo a reseñar y comentar esta recomendable recopilación de cuentos, de quien me es mi segundo escritor favorito (¡Adivinen quién es el primero!).  En todo caso antes de dar forma a Mapas en un Espejo, ya había sacado al menos una compilación de su narrativa breve, no obstante al final optó por hacer algo más grande y demostrativo de su odisea como fabulador; de este modo incorporó esos relatos iniciales a un libro mayor, para así otorgarle un sentido testimonial en una colección definitiva de aquellos primeros años.   Lamentablemente no me fue posible conseguirme los libros 1 y 4 de la serie, así que mientras tanto tendré que conformarme con criticar los 3 que por momento ya tengo y leí.
     Acá vamos:

Mapas en un Espejo 2: Flujo, Cuentos sobre Futuros Humanos.

     Tal como dice su subtítulo, este tomo corresponde a varios relatos centrados en el futuro de la humanidad, en algunas ocasiones algunos bastante cercanos al nuestro y en otro orientados hacia una extensión de años más que considerable.  Acá hay todo tipo de subtemas de la ciencia ficción, los que en los apartados a los cuentos mismos, serán abordados como bien corresponde.

1- Mil Muertes: Para quien está acostumbrado al Card más sensible y poético, esta historia puede resultar algo chocante, puesto que trata sobre un disidente de una antiutopía que es condenado a un espantoso castigo: a morir una y otra vez de las formas más horrendas y luego ser resucitado para recordar su sufrimiento a la espera de que reniegue de sus convicciones; por supuesto el protagonista es un idealista y no accede a los deseos de sus tiranos, por lo que pasa una y otra vez por diferentes tormentos (que el escritor describe de una forma sanguinaria no conocida en él, lo que bien se demostrará en la cita que más adelante se agrega).  En esta temprana obra del escritor, es posible evidenciar en el personaje principal el carácter heroico tan típico de los protagonistas de sus novelas posteriores, que luego le darían la gloria, ya que en todo momento el sentenciado no deja de mantener su postura opositora a un sistema cruel; con ello se da el tema valórico del autosacrificio, algo que luego sería evidenciado en personajes tan memorables como Ender, Bean y Alvin de posteriores sagas de Orson Scott Card.  Destaca también que los métodos del sistema político en el que se desarrolla esta obra, recuerdan bastante a los descritos en la magna novela de George Orwell 1984 y donde en esta famosa antiutopía, lo único que desean las autoridades es anular la libertad de pensamiento de sus ciudadanos.  El nombre de este cuento y parte de su trama, remite también a un clásico texto de Jack London titulado Un Millón de Muertes.  Estas dos relaciones con trabajos anteriores del género pueden bien ser motivo de homenaje, intertextualidad o simplemente uso conciente/inconciente de tópicos recurrentes en la ciencia ficción y que no dejan de atender a una crítica social habitual de este tipo de literatura a las llamadas dictaduras.

     “Desde el principio fue peor de lo que había supuesto. La soga le apretaba el cuello con fuerza, y no había modo de resistirse. La asfixia no fue nada al principio. Como estar bajo el agua conteniendo el aliento. Pero la soga le dolía en el cuello; Jerry quería gritar pero no podía emitir ningún sonido.
     No al principio.
     Manipularon la cuerda, que subió y bajó mientras los guardias la sujetaban al gancho de la pared. Una vez los pies de Jerry llegaron a tocar el suelo.
     Cuando la soga se tensó, sin embargo, los efectos del estrangulamiento se impusieron y el dolor cesó. Jerry sentía los martillazos de la sangre en la cabeza, la hinchazón de la lengua. No podía abrir los ojos. Y ahora quería respirar. Tenía que respirar. Su cuerpo exigía respirar.
     Pero no dominaba su cuerpo. Intelectualmente sabía que no podía llegar al suelo, sabía que esta muerte era transitoria, pero su mente no influía sobre su cuerpo. Pataleaba y forcejeaba para llegar al suelo. Tensaba las manos contra las cuerdas. Y con el esfuerzo sólo conseguía que los ojos se le hincharan más, pues la presión sanguínea no podía pasar de la cuerda, y que la necesidad de aire fuera más angustiante.
     No había auxilio posible, pero trató de gritar pidiendo socorro. Logró emitir un sonido, pero eso le costó aire. Parecía que le metían la lengua en la nariz. Pateó con más violencia, aunque cada pataleo era un desgarrón. Giró sobre la cuerda, se vio en el espejo. Su cara estaba enrojeciendo.
     ¿Cuánto faltará? ¡No puede faltar mucho más!
     Pero faltaba mucho más.
     Si hubiera estado bajo el agua, conteniendo el aliento, habría desistido y se habría ahogado. Si hubiera tenido una pistola y una mano libre, se habría descerrajado un tiro para poner fin a ese dolor y el puro terror físico de no poder respirar. Pero no tenía pistola, no podía inhalar, y la sangre le palpitaba en la cabeza y le hacía ver todo en tonos de rojo, hasta que al fin no vio nada.
     No vio nada excepto lo que le pasaba por la cabeza, que era un desvarío, como si su conciencia tratara frenéticamente de organizar algo para cancelar el estrangulamiento. Se veía en el barranco del fondo de su casa, donde se había caído cuando niño, y alguien le arrojaba una cuerda, pero él no podía cogerla, y de pronto le ceñía el cuello y lo arrastraba hacia abajo.
     Manchas negras le apuñalaban los ojos. El cuerpo se le hinchó y de pronto hizo erupción. Tripas, vejiga y estómago lanzaron todo lo que contenían, pero el vómito se le atascó en la garganta: una sensación ardiente.
     Los temblores se transformaron en convulsiones y espasmos, y por un momento Jerry creyó alcanzar la ansiada inconsciencia. Pero de pronto descubrió que la muerte no era tan amable.
     No había deslizamiento gradual en el sueño. No había «muerte inmediata» ni piadosa cesación del dolor.
     La muerte lo despertó de su inconsciencia durante una décima de segundo. Pero en esa infinita décima de segundo experimentó la infinita agonía de la inminente inexistencia. Su vida no desfiló ante sus ojos. En cambio estalló la falta de vida, y su mente experimentó un dolor y un temor mucho mayor del que había provocado el mero ahorcamiento.
     Y luego murió”.

2- Aplaudid y Cantad: Una ácida narración acerca de viajes en el tiempo, la que se encuentra llena de humor negro y además posee un protagonista bastante patético.  Éste último corresponde a un anciano, que en su soledad recuerda a su amor de juventud, relación que nunca pudo concretar; como ahora tiene los medios suficientes, pretende visitarla saltando hacia el pasado y usando el cuerpo de su yo más joven, a ver si por fin logra encauzar su triste vida.  El cuento muestra cómo una cosa es pretender hacer algo y otra que su llevado a cabo termine tal y como uno lo espera.  Esta es la primera historia del tomo, en el que el lector se encuentra con un Card que use palabras malsonantes en su narrador y personajes, lo que no deja de sorprender y que en todo caso se justifica en la bajeza de sus protagonistas, como en el mundo descrito aquí.
Orson Scott Card.
3- Paseaperros: El Ciberpunk es un subgénero de la ciencia ficción nacido en los setenta en Inglaterra, de la mano de gente como William Gibson y Bruce Sterling; su popularidad llegó a tal que traspasó como pocas expresiones del género las barreras de la literatura y originó un montón de cómics, videojuegos, series de TV y películas, siendo los japoneses quienes con toda su pasión y creatividad lo adaptaron a sus mangas y animés.   En pocas palabras el Ciberpunk consiste en un futuro más o menos catastrófico, en el cual hay una fuerte división entre ricos y pobres, siendo que estos últimos viven en pésima condiciones, pero con acceso a tecnología del más alto nivel.  De este modo Paseaperros corresponde a la única incursión de su creador en el subgénero y que escribió con el propósito de darle su propio punto de vista.  Es así que en el relato se apropia del lenguaje soez con una coprolalia inesperada en un mormón como Card y unos personajes detestables hasta cierto punto, partiendo por el protagonista, quien sólo hacia finales del cuento muestra unas cuantas virtudes morales.  Éste es un sujeto que por extrañas razones dejó de crecer y se quedó con la apariencia de un niño; pasa su existencia traficando de manera ilegal información computacional, hasta que un día entra en contacto con otro delincuente quien requiere de sus servicios.  Entre todo lo transcurrido en este cuento, destaca la manera singular con la cual el autor desarrolla los temas de la soledad, la necesidad de pertenencia y la amistad, lo que le otorga a su protagonista una humanidad que lo acerca a la de personajes más admirables del escritor.  Por cierto, Orson Scott Card no deja en este caso de ocupar la tecnojerga tan habitual en el ciberpunk y que en parte hace a veces difícil la “digestión” para un lector más habituado a una prosa de tipo poética.
    La siguiente cita textual evidencia el lenguaje presente en este relato:

    “No, no trato de arrancarte lágrimas. Ya estoy acostumbrado. Aunque la reina de la fiesta nunca me haya revelado el Amor Verdadero sobre una colcha tejida, tengo un talento que a algunos les resulta útil, así que siempre me las he apañado. Visto bien, ando por el barrio residencial y no pago muchos impuestos. Pues soy experto en códigos. Dame cinco minutos con el currículum de cualquiera, es decir, su autopsicocospía, y nueve veces de cada diez acierto con su código de acceso y entro en sus archivos más secretos, jugosos y pegajosos. Para ser franco, son tres veces de cada diez, pero aun así es más conveniente que tener un ordenador trabajando un año para que emita los quince caracteres que den con el código justo, sobre todo porque después del tercer intento fallido te intervienen el teléfono, protegen los archivos y llaman a la pasma.
      ¿Te revuelve las tripas? ¿Un tierno chiquillo como yo enredado en gravísimas conductas dispopulares? Tendré medio vaso y un metro de altura, pero puedo simular a cualquiera mejor que su propia madre, y cuanto más le conozca, más profundo es mi gancho. No sólo soy capaz de conocer tu código ahora, sino que puedo anotar una palabra en un papel, sellarlo, y si vas a casa y modificas el código y abres lo qué escribí, encontrarás tu código nuevo, tres veces de cada diez. Soy vertical, y Paseaperros lo sabía. Un diez por ciento más de superyó y ni siquiera sería legalmente humano, pero aún estoy por debajo de esa cota, cosa que no puedo decir de muchos tíos cuya cabeza es ciento por ciento zoológico”.

4- Tratamos de actuar como si no fuera así: Entretenidísimo y sarcástico cuento de humor negro, que no deja de poseer una fuerte crítica al impacto de la televisión en la vida hogareña de la gente; por lo tanto acá es posible ver llevada a su máxima expresión la intromisión de la llamada “cajita tonta” en la cotidianeidad, a través de programas de escaso nivel intelectual y cultural (anticipándose con ello a los morbosos reality shows, como ya lo hizo décadas atrás Ray Bradbury en Fahrenheit 451).  En esta ocasión se nos narra las vicisitudes de un sujeto que se ve obligado a ver el mismo tipo de televisión basura de siempre, mientras que lo que él desea es un tipo de diversión más “sana” (de hecho, es un gran amante de la literatura).  Mientras tanto el mundo en el que vive lleva un rígido control de sus conciudadanos, categorizándolos en grupos para darles sólo un tipo de divertimento y con ello inhibiendo su derecho a la libre elección (por ende el futuro de este cuento también corresponde a una antiutopía).   El relato rescata el valor de la autodeterminación por sobre los rigidos patrones sociales, así como las virtudes de la buena literatura.

5- Planeta Inhabitable: Un cuento más de crítica social y en el cual Card quizás por primera vez en su narrativa, introduce su visión cosmopolita e integradora del mundo, al punto de ocupar a personajes de distintas culturas y naciones en el argumento; la crítica social va de la mano al crear un futuro en el cual la típica guerra entre naciones e ideas contrarias, llevan al planeta a su devastación total, pero prolongando el conflicto armado a un estado que cae en el absurdo.   De todo esto se dan cuenta un grupo de astronautas, quiénes desde una colonia humana que logró escapar del genocidio, realizan un viaje hasta el planeta madre para ver qué ha sucedido después de tanto tiempo con la Tierra.  El relato no deja de poseer el habitual humor negro ya visto en los textos anteriores.

6- Vida de Perros: Escrito en colaboración con Jay A. Parry (Card luego ha firmado a cuatro manos al menos dos novelas con otros colegas), podría decirse que junto con el texto que abre el volumen y el que lo termina, vendría a ser de lo mejorcito del tomo y ello sin desmedro del resto que les acompañan.  Con mucho humor y de una forma por completo original, cuenta sobre una singular invasión alienígena y que al final se ve frustrada por las mismas particulares condiciones en las que sus sofisticados implicados se ven envueltos.  El título posee al menos dos sentidos: Uno, porque los alienígenas han decido ocupar los cuerpos de estos cánidos, de modo de depositar en ellos su conciencia y así engañar a los humanos; dos, debido a la mala suerte de los candidatos a conquistadores una vez fracasado su plan.  Cabe destacar el gusto del escritor por describir razas alienígenas por completo extrañas y que en este caso más bien pareciera inspirarse en la ciencia ficción de la época de los pulps (años 30), debido a su “exótica” apariencia.  Por último, acá subyace el tema del “otro” y la otredad, gracias a cómo se narra el encuentro entre razas tan distintas entre sí y cómo cada una enfrenta dicha experiencia (no habiendo además verdadera comprensión acerca de la naturaleza de la una y la otra).

7- El Originista: Para ser sinceros, esta verdadera joya de la narrativa breve de Orson Scott Card, corresponde más bien a una novela corta y todo ello gracias a sus más de 100 páginas que abarcan casi la mitad de todo Flujo.  Asimismo viene a ser un claro homenaje del escritor hacia el “Buen Doctor”, o sea Isaac Asimov, ya que redactó esta historia ambientándola nada menos que en el famoso universo de su saga de Fundación.  De este modo El Originista transcurre en el ya “mítico” planeta de Trantor (que también otros artistas revisitarían) y tiene entre sus numerosos personajes al emblemático personaje de la ciencia ficción conocido como el psicohistoriador Hari Seldon (artífice dentro de la ficción asimoviana, de las llamadas Primera y Segunda Fundación, poderosas instituciones que se suponen protegerían a la humanidad tras el declive del Imperio Galáctico).  Ya en esta última historia del tomo, el lector frecuente del autor puede notar sin lugar a dudas la presencia del Card al que ha llegado a apreciar: un artista capaz de crear personajes entrañables y narrar con lirismo y emotividad varios de los momentos más álgidos de su obra.   En esta ocasión el protagonista es un científico perteneciente a una familia de rancio abolengo y poder económico, quien despierta el recelo del emperador con sus estudios.  A su vez es amigo íntimo de nada menos que Hari Seldon y cuando se entera de su proyecto (del cual en todo caso apenas sabe sus verdaderas dimensiones) le pide que lo incorpore a él; no obstante es rechazado por éste, aunque ignora que el sabio Seldon tiene mayores planes para con él.  En esta novela corta destaca la bella relación entre el protagonista y su esposa, de modo que a través de ella es posible apreciar la idea de que el amor en una pareja puede llegar a convertirse en algo verdaderamente sublime (y que cuando hay respeto por la individualidad del otro, ésta con el tiempo se fortalece para sobrepasar cualquier prueba).  Tampoco se puede olvidar la relevancia que le otorga el autor al papel de las historias dentro de la sociedad humana y su poder para configurar cada cultura; ello viene a ser otro motor narrativo que le otorga una complejidad exquisita a este bello tributo a Asimov.

    “Ése era el dilema. El papel de Deet en la biblioteca había comenzado como investigación aplicada: unirse al personal con el propósito de confirmar su teoría de la formación comunitaria. Pero esa tarea era imposible de cumplir sin transformarse en parte activa de la comunidad bibliotecaria. La vocación científica de Deet los había unido. Ahora esa misma vocación los separaba. Le dolería más abandonar la biblioteca que perder a Leyel. No, no era así, se reprochó. La autocompasión lleva al autoengaño. Es exactamente al revés: le dolería más perder a Leyel que abandonar su comunidad de bibliotecarias. Por eso había aceptado ir a Términus. ¿Pero podía culparla por sentirse feliz de no tener que escoger? ¿Feliz de conservar ambas cosas?
    Pero incluso mientras reprimía los pensamientos malévolos que surgían de su decepción, no pudo contener su tono hiriente.
    — ¿Cómo sabrás que el experimento ha terminado?
    Ella frunció el ceño.
    —Nunca terminará, Leyel. Son bibliotecarias. No las cojo de la cola como ratones para guardarlas en la caja cuando ha terminado el experimento. En algún momento tendré que parar y escribir el libro.
    — ¿Lo harás?
    — ¿Escribir el libro? Ya he escrito libros, creo que puedo hacerlo de nuevo.
    — Quiero decir si pararás.
    — Cuándo, ¿ahora? ¿Estás poniendo a prueba mi amor por ti, Leyel? ¿Estás celoso de mi amistad con Rinjy, Animet, Fin y Urik?
    ¡No! No me acuses de esos sentimientos pueriles y egoístas.
Pero supo que su negativa sería falsa aun antes de replicar.
    —A veces sí, Deet. A veces creo que eres más feliz con ellas.
    Y como había hablado con franqueza, lo que pudo desembocar en una discusión siguió los cauces de una tranquila conversación.
   —Y lo soy, Leyel —respondió ella con igual franqueza—. Cuando estoy con ellas, estoy creando algo nuevo, estoy creando algo con ellas. Es estimulante, vigorizante. Descubro cosas nuevas todos los días, en cada palabra, cada sonrisa, cada lágrima, cada señal de que ser una de nosotras es lo más importante de la vida.
   —No puedo competir con eso.
   —No, no puedes, Leyel. Pero tú lo completas. Porque no significaría nada, sería más frustrante que estimulante si no pudiera regresar a ti todos los días para contarte qué ha sucedido. Tú siempre entiendes qué significa, siempre te entusiasmas, convalidas mi experiencia.
   —Soy tu público. Como un padre.
   —Sí, anciano. Como un esposo. Como un niño. Como la persona que más amo en el mundo. Eres mi raíz. Allá hago alarde de valentía, ramas y hojas brillantes al sol, pero vengo aquí para sorber el agua de tu suelo.
   —Leyel Forska, fuente de capilaridad. Tú eres el árbol, yo soy la tierra.
   —Que resulta estar llena de fertilizante. —Ella le besó. Un beso que evocaba días más jóvenes. Él aceptó de buen grado.
    Una sección más blanda del suelo les sirvió de lecho improvisado. Al final él se tendió junto a ella, apoyándole el brazo en la cintura, la cabeza en el hombro, rozándole el pecho con los labios. Recordaba cuando sus senos eran pequeños y firmes, erguidos en el pecho como pequeños monumentos a su potencial. Ahora, mientras ella yacía de espaldas, eran una ruina erosionada por la edad, de modo que caían a ambos lados, descansando fatigosamente en los brazos.
    —Eres una mujer magnífica —susurró Leyel, haciéndole cosquillas con los labios.
    Sus cuerpos fláccidos ahora eran capaces de mayor pasión que cuando eran tersos y fuertes. Antes eran puro potencial. Es lo que amamos en los cuerpos jóvenes, el potencial. Ahora ella tiene un cuerpo de logros. Tres buenos hijos fueron los capullos, luego los frutos de este árbol, que se han ido a echar raíces en otra parte. La tensión de la juventud ahora cedía ante el relajamiento de la carne. Ya no había promesas cuando hacían el amor. Sólo cumplimiento.
    —De paso —murmuró ella—, eso fue un ritual. Conservación comunitaria.
    — ¿Soy sólo otro experimento?
    —Y bastante logrado. Estoy comprobando si esta pequeña comunidad puede durar hasta que uno de nosotros caiga”.

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